viernes, 12 de junio de 2020

Las crías de los rebecos


Ayer  estuve acechando a un par de grupos de rebecos compuestos en parte de hembras con crías de este año. Fue un día cambiante con nieblas claros, frío que se intensificaba cuando soplaba el viento por las alturas y más calor cuando éste aflojaba y calentaba el sol.
Por un lado fui favorecido por el  itinerante meteoro formado por partículas de agua, me dio ocasión de acercarme de amanecida a un lugar querencioso para uno de estos grupos, a favor del viento y oculto por la niebla, pude acercarme bastante, a costa de subir por lo más vertical la ladera opuesta a su supuesta  localización.
A primera hora se abrió el horizonte y la limpia atmósfera me permitió captar a una avanzadilla de jóvenes de poco más de un año de edad, los cuales campaban por la cuerda de la ladera. Estos grupos de pocos ejemplares suelen aventurarse  dando muestra de su arrojo y curiosidad, pero no suele estar muy lejos el rebaño de hembras con crías del año. Las mismas madres que cuidaron hasta poco antes de los partos de sus nuevos retoños, de éstos relativamente autónomos  jovenzuelos.
Cuando me vieron asomar al abrirse la niebla, su curiosidad  junto con su aún poca experiencia que conlleva  una menor precaución, me dieron juego a fotografiarlos recortados en la línea de cumbres con el fondo azul pálido del valle posterior.  Aproveché las oportunidades que me dieron y cuando decidieron huir, no los seguí.
Para  dirigirme en busca del grupo de madres y sus pequeños retoños, aprovechando los retazos de niebla seguí la cuerda de cumbre y luego descendí  a parapetarme entre las moles de un roquedo que da vista a un abismo  que tiene caída en un verde valle. En las verticales laderas por debajo de mi ubicación la vegetación es exuberante y ahí estaban un tanto desperdigados los componentes del rebaño buscado.

 Una vez ascendieron y se pusieron en  condiciones de captarlos, cambió el viento, empezó a calentar el sol y  la neblina resultante de la evaporación de la humedad del sustrato y la calima posterior, me complicaron la obtención de fotografías limpias.
Pero bueno, documenté con algunas composiciones que a mí me parecieron  resultonas a las hembras con sus pequeñas crías de probablemente menos de dos meses  de edad, había algunas  sensiblemente más pequeñas que otras, las cuales daba miedo ver saltando y siguiendo por esos escenarios de vértigo a sus protectoras madres.

Mi quietud en el escondite del roquedo debió ser bastante aceptable, ya que tuve un pequeño susto. Esto pasaba cuando había dejado a un lado la réflex y  estaba grabando con mi cámara bridge a un ejemplar subadulto de oso, que  había aparecido en los pastizales  en  el valle a buena distancia de los rebecos  y se alimentaba tranquilamente de megaforbias. Yo lo captaba mientras  levantaba también algunas piedras en busca de larvas y algún que otro micromamífero. El peluso  siguió ascendiendo hasta debajo de donde se encontraban unos rebecos, los cuales se enriscaron rápidamente  en el roquedo. Luego y después de almorzar tranquilamente, el oso decidió darse la vuelta y volver hacia las profundidades  del valle de donde había  aparecido.

Pero mientras esto sucedía me llevé un susto, yo y  el águila real que vino a posarse justo en la roca debajo de la cual yo estaba parapetado, el  ruido y el aire que produjo  al no llegarse casi a posar en la misma y forzarse a levantar el vuelo al percatarse de mi presencia ,  me hicieron incorporar de golpe de la postura en la que  aprovechando el cabezal de mi mochila como apoyo grababa al peluso.

En fin una maravilla de día, que finalizó cuando la niebla decidió cerrarse y regresé de vuelta por entre un puré de guisantes espeso. Aunque siempre es bueno ser precavido, estos parajes los conozco bastante bien y la vuelta de ascensión al collado y el descenso por la ladera orientada al norte hasta el valle posterior, no tuvo la más mínima complicación.

En la imagen inferior una cierva dormita en la margen del bosque, al pasar por encima de ella levantó la cabeza y desperezándose se incorporó para ir a  emboscarse.
 En las fotos siguientes los jóvenes que menciono en el texto.


 Huyendo hacia la ladera umbría.
 El otro grupo del rebaño se desplazaron hacia el oeste.
 Otro grupo con hembras y jóvenes.
 Estos se desplazan hacía la otra vertiente.


 Ya asomándome  al precipicio sorprendo a un par de machos adultos, aunque la muda al pelaje estival los afea bastante éste macho tiene un porte esbelto y una buena cuerna. La calima ya me complicaba la obtención de imágenes que hicieran justicia a lo que veían mis ojos.
 Un compañero circunstancial en el roquedo, un zorzal charlo.
 Debajo podemos ver al oso subadulto a lo suyo.

 Otro visitante en las inmediaciones de mi escondite, un colirrojo tizón.
 El peluso sigue a lo suyo.

 Un grupo de hembras con crías del año descienden la pared del roquedo por debajo de mi ubicación.

 En la foto inferior otro pequeño grupo asciende la exuberante ladera situada debajo del roquedo a mi izquierda.
 Para coronar este pequeño collado y cambiar de vertiente.
 Algunas crías son verdaderamente diminutas, pero ya se mueven como pez en el agua por esta complicada orografía.


 Dos ejemplares rezagados se interesan por mi.
 Abajo el rebaño casi al completo.
 Se recortan en el perfil del roquedo con el fondo del hayedo de la ladera contraria.
 Bajando ya la vertiente norte un bisbita alpino me observa posado en un piorno
 De vuelta ya en el valle posterior la nieblas se hace menos espesa y numerosas aves campan por el entorno florido primaveral, como este escribano cerillo.
UNA VEZ LEÍDOS LOS TEXTOS RECOMIENDO CLIKCAR SOBRE LAS FOTOGRAFIAS 

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