Ayer estuve
acechando a un par de grupos de rebecos compuestos en parte de hembras con
crías de este año. Fue un día cambiante con nieblas claros, frío que se
intensificaba cuando soplaba el viento por las alturas y más calor cuando éste
aflojaba y calentaba el sol.
Por un lado fui favorecido por el itinerante meteoro formado por partículas de
agua, me dio ocasión de acercarme de amanecida a un lugar querencioso para uno
de estos grupos, a favor del viento y oculto por la niebla, pude acercarme
bastante, a costa de subir por lo más vertical la ladera opuesta a su
supuesta localización.
A primera hora se abrió el horizonte y la limpia atmósfera
me permitió captar a una avanzadilla de jóvenes de poco más de un año de edad,
los cuales campaban por la cuerda de la ladera. Estos grupos de pocos
ejemplares suelen aventurarse dando
muestra de su arrojo y curiosidad, pero no suele estar muy lejos el rebaño de
hembras con crías del año. Las mismas madres que cuidaron hasta poco antes de
los partos de sus nuevos retoños, de éstos relativamente autónomos jovenzuelos.
Cuando me vieron asomar al abrirse la niebla, su
curiosidad junto con su aún poca experiencia que conlleva una menor precaución, me dieron juego a fotografiarlos recortados en la línea de cumbres
con el fondo azul pálido del valle posterior. Aproveché las oportunidades que me dieron y
cuando decidieron huir, no los seguí.
Para dirigirme en
busca del grupo de madres y sus pequeños retoños, aprovechando los retazos de
niebla seguí la cuerda de cumbre y luego descendí a parapetarme entre las moles de un roquedo
que da vista a un abismo que tiene caída
en un verde valle. En las verticales laderas por debajo de mi ubicación la
vegetación es exuberante y ahí estaban un tanto desperdigados los componentes
del rebaño buscado.
Una vez ascendieron y
se pusieron en condiciones de captarlos,
cambió el viento, empezó a calentar el sol y la neblina resultante de la evaporación de la
humedad del sustrato y la calima posterior, me complicaron la obtención de
fotografías limpias.
Pero bueno, documenté con algunas composiciones que a mí me
parecieron resultonas a las hembras con
sus pequeñas crías de probablemente menos de dos meses de edad, había algunas sensiblemente más pequeñas que otras, las
cuales daba miedo ver saltando y siguiendo por esos escenarios de vértigo a sus
protectoras madres.
Mi quietud en el escondite del roquedo debió ser bastante
aceptable, ya que tuve un pequeño susto. Esto pasaba cuando había dejado a un lado la réflex y estaba grabando con mi cámara bridge a un
ejemplar subadulto de oso, que había aparecido
en los pastizales en el valle a buena distancia de los rebecos y se alimentaba tranquilamente de megaforbias. Yo lo captaba mientras levantaba también algunas piedras en busca de
larvas y algún que otro micromamífero. El peluso siguió ascendiendo hasta debajo de donde se
encontraban unos rebecos, los cuales se enriscaron rápidamente en el roquedo. Luego y después de almorzar
tranquilamente, el oso decidió darse la vuelta y volver hacia las profundidades del valle de donde había aparecido.
Pero mientras esto sucedía me llevé un susto, yo y el águila real que vino a posarse justo en la roca debajo de la cual yo estaba parapetado, el ruido y el aire que produjo al no llegarse casi a posar en la misma y forzarse a levantar el vuelo al percatarse de mi presencia , me hicieron incorporar de golpe de la postura en la que aprovechando el cabezal de mi mochila como apoyo grababa al peluso.
Pero mientras esto sucedía me llevé un susto, yo y el águila real que vino a posarse justo en la roca debajo de la cual yo estaba parapetado, el ruido y el aire que produjo al no llegarse casi a posar en la misma y forzarse a levantar el vuelo al percatarse de mi presencia , me hicieron incorporar de golpe de la postura en la que aprovechando el cabezal de mi mochila como apoyo grababa al peluso.
En fin una maravilla de día, que finalizó cuando la niebla
decidió cerrarse y regresé de vuelta por entre un puré de guisantes espeso. Aunque
siempre es bueno ser precavido, estos parajes los conozco bastante bien y la
vuelta de ascensión al collado y el descenso por la ladera orientada al norte
hasta el valle posterior, no tuvo la más mínima complicación.
En la imagen inferior una cierva dormita en la margen del bosque, al pasar por encima de ella levantó la cabeza y desperezándose se incorporó para ir a emboscarse.En las fotos siguientes los jóvenes que menciono en el texto.
Huyendo hacia la ladera umbría.
El otro grupo del rebaño se desplazaron hacia el oeste.
Otro grupo con hembras y jóvenes.
Estos se desplazan hacía la otra vertiente.
Ya asomándome al precipicio sorprendo a un par de machos adultos, aunque la muda al pelaje estival los afea bastante éste macho tiene un porte esbelto y una buena cuerna. La calima ya me complicaba la obtención de imágenes que hicieran justicia a lo que veían mis ojos.
Un compañero circunstancial en el roquedo, un zorzal charlo.
Debajo podemos ver al oso subadulto a lo suyo.
Otro visitante en las inmediaciones de mi escondite, un colirrojo tizón.
El peluso sigue a lo suyo.
Un grupo de hembras con crías del año descienden la pared del roquedo por debajo de mi ubicación.
En la foto inferior otro pequeño grupo asciende la exuberante ladera situada debajo del roquedo a mi izquierda.
Para coronar este pequeño collado y cambiar de vertiente.
Algunas crías son verdaderamente diminutas, pero ya se mueven como pez en el agua por esta complicada orografía.
Dos ejemplares rezagados se interesan por mi.
Abajo el rebaño casi al completo.
Se recortan en el perfil del roquedo con el fondo del hayedo de la ladera contraria.
Bajando ya la vertiente norte un bisbita alpino me observa posado en un piorno
De vuelta ya en el valle posterior la nieblas se hace menos espesa y numerosas aves campan por el entorno florido primaveral, como este escribano cerillo.
UNA VEZ LEÍDOS LOS TEXTOS RECOMIENDO CLIKCAR SOBRE LAS FOTOGRAFIAS
PARA PODER VERLAS SOBRE FONDO NEGRO Y MAYOR TAMAÑO
No hay comentarios:
Publicar un comentario